Primera parte “La ida” – Reconstrucción
El Martin Fierro se encuentra dividido en dos partes:
-La primera, “la ida” escrita en 1872, sobre la cual
vamos a hablar a continuación y;
-La segunda, “la vuelta” escrita siete años después,
en 1879 por José Hernández.
Este libro es un claro texto de denuncia social para
la época, en la cual se encontraba Domingo Faustino Sarmiento como Gobernador
de la actual República Argentina.
Teniendo en cuenta que el Gobernador era unitario,
está más que claro por qué reclutaba a gauchos para que peleen en la frontera
contra los indios. Es decir, al ser unitario obviamente se oponía a aquellos
identificados como federales, que claro está, en su mayoría eran de
descendencia guacha y el enviarlos a luchar le permitía poder deshacerse de dos
razas que detestaba de un solo tiro.
Esta ideología que tenía que terminar con la población
gaucha nos conecta directamente con el primer capítulo del Facundo escrito por
el mismo Sarmiento.
Como se dijo anteriormente, el Martín Fierro es un
texto de denuncia, lo que implica que en él se muestre una realidad escondida.
En este caso, la injusticia social para con le gaucho, razón por la cual en el
prólogo, la carta que escribió el autor para el señor D. José Zoilo Miguens,
explica que su obra tiene muchas imperfecciones, sin embargo, tenía un objetivo
muy claro, mostrar al gaucho tal y como es, lo que le significaría una ardua
tarea.
Sin duda alguna hubiera sido mucho más fácil burlarse
de él, que era el trato que se acostumbraba recibir en esos tiempos, pero como
ya se dijo, el objetivo final de Hernández era conseguir dibujar a grandes
rasgos, aunque fieles, las costumbres,
trabajos, hábitos, la índole y los vicios y virtudes del gaucho; ese
conjunto que constituye el cuadro de su fisonomía moral, y los accidentes de su
existencia llena de peligros, inquietudes, inseguridad y agitaciones
constantes.
Sin más palabras, lo que busca lograr el autor con
ello es la reivindicación del gaucho en el plano social evitando de ese modo
perder a la raza gauchesca, por lo cual a lo largo de la historia le otorga voz
al personaje Fierro, le da vida para que así muestre su día a día al lector.
Ni bien uno comienza a leer el primer canto, es
consciente de que está escrito en primera persona y en verso, haciendo que el
lector interprete que la obra en su totalidad es una gran payada recitada por
Fierro y lo que éste relata no es más
que su propia vida.
En un primer momento, se presenta como un gaucho
cantor, manso, libre, alegre, trabajador, hombre de familia, rudo y valiente.
En un intento por justificar el porqué de su forma de
actuar le cuenta al oyente que cuantos escuchan de sus penas el relato que
nunca pelea no mata sino por necesidad, y que a tanta adversidad solo lo arrojo
el mal trato.
Un mal día el destino ha quedo que todo aquello
acabara. La autoridad irrumpió en el lugar, lo capturaron por no haber ido a
votar. En ningún momento se resistió. Lo llevaron a la frontera y es ahí cuando
comienza su desgracia.
Le prometieron que dado los seis meses lo liberarían.
Pasaron los días y Fierro entiende que nunca lucharían
y nunca tendrían armas con las cuales luchar, tan solo debían abstenerse a
cuidar las tierras de los coroneles totalmente grais mientras observaban cruzar
a los indios sin la menor resistencia.
La vida en la frontera era dura y miserable, era lo
peor que le puedo pasar en toda su vida y, por supuesto, ese hecho se lo
atribuía al gobierno.
Como no soporta más su situación, planea huir.
Tras la pelea con un extranjero, Fierro comprende que
el gobierno prefiere castigarlo por lo que es, un gaucho, y no a su rival.
Por fin, en una expedición, nuestro payador puede
poner en marcha su plan y escapa. Después de tres años regresa a su rancho y
con tristeza descubre que lo perdió todo y se juró que sería más malo que una
fiera. En esta escena se ve por primera
vez llorar a Fierro, lo que podría traducirse en un intento de humanizarlo por
parte del autor.
En ningún momento se enfada con su mujer por haberlo
abandonado e ido con otro hombre, al contrario, la justifica y la tristeza lo
carcome al ver que sus hijos, siendo tan críos, tengan que trabajar como
peones.
En este segundo momento, Fierro pasa de ser un gaucho
manso a uno matrero desertor.
En un baile, borracho y después de haber instalado a
una muchacha, comienza una pelea, que lo marcará de por vida, ya que termina
asesinando a su oponente. La forma en que relata el hecho es detallada,
deteniéndose en la escena en la que ocurre la muerte.
Vuelve a matar, pero esta vez su descripción es mucho
más natural.
Lo que se puede apreciar de la forma de vida del nuevo
Fierro es que es solitaria, sin hogar fijo y estable, sin tener otro remedio
más que huir de las autoridades.
La policía lo encuentra, Fierro se resiste, una nueva característica
que nos muestra su cambio. Pelea contra ellos y uno a uno los va matando. Lo
que no hay que dejar de destacar de esta anécdota es que uno de los tantos
policías que trataban de reducirlo se le une, ya que no podía aceptar que maten
a un valiente.
A partir del décimo canto, habla Cruz, el policía
anteriormente mencionado que decidió ayudar a Fierro en tan complicada lucha.
Este nuevo personaje comienza a contar su
desafortunada historia. Había descubierto a su china engañándolo con su patrón
y después de una pelea y unos cuentos disparos, no le quedó más remedio de
huir.
Desde aquel día, no quiso probar fortuna con ninguna
otra mujer. Hizo vida de animal, sin tener donde ir.
En una de sus andadas se entre de una milonga, la cual
sería su perdición, ya que empezó un pleito y asesino a su contrincante.
Así pues, “La ida” termina con el décimo tercer canto
en donde Fierro afirma ser igual a Cruz y le propone escapar a los asentamientos
indígenas para comenzar una nueva vida.
Segunda parte “La vuelta” – Reconstrucción
Siete años después de haberse publicado “la ida”, José
Hernández publica la segunda parte.
En el prólogo de esta, llamado “cuatro palabras de conversación
con los lectores”, se detiene para contarnos el aspecto estético d su libro,
que para quien haya leído la primer parte, se ve un brusco cambio de postura
por parte del mismo. E decir, ya no se trata de una denuncia social, sino de un
ingreso económico. Por esa razón está mucho más interesado en hacer un libro
bello, que entretenga y divierta a la gente.
Además cuenta el éxito inesperado que obtuvo su
primera parte; en la cual se encontraba el interés de reivindicar a la raza
gaucha. Totalmente opuesto al nuevo objetivo; dejar una serie de enseñanzas dirigidas
al caucho con el propósito de amansarlo. Esto último es posible gracias al
nuevo gobierno, el que tenía como Gobernador al Señor Nicolás Avellaneda.
Por ultimo este texto tiene una intención moralizadora,
de enseñanza para el lector.
En “la vuelta” Fierro se arrepiente de todo lo que
dijo en “la ida” respecto al gobierno. En este simple hecho vemos cómo al
cambiar la postura del autor, también lo hace la de su personaje.
Quiere Contar o mal que le fue al cruzar la frontera,
pero antes de comenzar necesita justificar el hecho de volver a tomar la
guitarra para payar, cuando en la primer parte la destrozó para no hablar más.
Y el asunto es que lo que tiene que relatar es muy importante y fuerte para él.
Así es como comienza a contar su historia. A llegar
con los indios, estos los ven como enemigos y los atacan. Los tienen como prisioneros
por dos años, separados uno del otro, cuando Cruz y Fierro pensaban que podrían
vivir juntos en armonía.
En la descripción de los indios, la caracterización se
colma de adjetivos negativos. Estos eran brutos, feroces, mal hablados, que
solo se comunicaban con gritos y gruñidos. Con esto último lo que hace el autor
es animalizar a la raza india.
Son crueles, todo el trabajo lo dejan para las
mujeres, nunca se ríen, no tiene compasión, matan sin problema alguno, como
nacen mueren, es decir, nacen indio ladrón y mueren indio ladrón. No tienen conocimientos
algunos.
La costumbre más común de popular de estos eran los
malones, que consistían en atacar los campos y tomar a las mujeres como cautivas.
Fierro justifica la campaña del desierto, la cual fue
la razón del exterminio de la raza india, diciendo que esos casos y otros
peores los ha visto muchos años pero si no se engaña, concluyó el vandalismo y
esos bárbaros salvajes no podrán hacer más daño.
Cruz se contagia de viruela, la peste que había azotado
a la comunidad indígena. Sin poder hacer nada, muere. Fierro desconsolado lora.
Ésta es la tercera vez que lo hace, la primera cuando lo había perdido todo, y
la segunda cuando cruza la frontera.
Nuestro personaje encuentra una mujer cristiana
llorando completamente ensangrentada, cautiva de un indio. Lo primero que el
lector puede imaginar es que el indio azoto con tanta brusquedad a la pobre
mujer que la dejó en esas condiciones. Sin embargo, no fue lo que pasó
La mujer cuenta su historia; los indios la tenían trabajando
como sirvienta y con ella llevaba un bebito, el cual cuando la mandaban a
trabaja lo dejaban tiritando y dando gritos, atado de pies y manos como un
cerdito y hasta que no terminaba con sus deberes no se lo dejaban ver.
Un día la india la acusó de brujería y como forma de
castigo el indio le pegó y le mató a su hijo y con sus tripitas le amarró las
manos.
Tras escuchar la historia Fierro mata al indio
malvado, cruel y asesino.
Después de eso decide huir. Para ese entonces ya
pasaron diez años; tres en la frontera, dos como gaucho matrero y cinco entre
los indios salvajes.
Se despide la mujer y vuelve a su hogar.
El juez que lo perseguía hacía años que había muerto,
a quien le atribuye el calvario que le tocó vivir en los últimos tiempos. Sin embargo,
ahora ya no era más perseguido por el gobierno, lo que le permite estar mucho
más tranquilo.
Se encuentra con sus dos hijos. Se entera que su mujer
había muerto por haber seguido a un joven.
Sus chicos comienzan
payar para contar sus respectivas historias. También habla el hijo de
Cruz, Picardía, que Fierro adopta como suyo.
En el canto XXIX nuestro protagonista es desafiado a
duelo por un moreno, que resulta ser el hermano del moreno que había matado en
una ocasión. El hombre que tuvo el desfortunio de ser el primero que Fierro
mató.
Empezaron un contrapunto, el moreno quería pelea pero nuestro
gaucho se quiso, porque estaba con sus hijos y quería demostrarles cómo debían comportarse.
Al final de la obra, Fierro le da una serie de
consejos a sus muchachos como tener fe, aprender cosas buenas, trabajar, obediencia
y que no hagan lo mismo que hizo él.
Los cuatro toman caminos separados, pero antes de
cambian de nombre.
Finalmente e protagonista termina por desdibujarse
totalmente.
El último rasgo que quedaba de él se fue al cambiar de
nombre.